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1º de septiembre de 2017 Hoy es el día de mi cumpleaños número cincuenta y ocho. Ha pasado el tiempo. Pero me siento bien, joven aún y plena. La vida ha ido pasando aveces con un vértigo inusitado, otras en una calma de sosiego. Yo me siento entera, sin demasiados huecos que llenar. Mi salud es excelente y disfruto de lo que deseo casi sin darme cuenta de ello. Me despierto a la mañana con una sensación de bienestar y paz. Me sorprende el amanecer con el canto de los pájaros en mi ventana y el maullido de los gatos en el jardín. Quisiera ser un poco menos estructurada, pero trabajo para ello todos los días y hago lo mejor que puedo. Me gusta pensar, y paso horas haciendo. Si me observaran desde algún lugar, dirían que soy una vaga que no hace nada, pero en realidad yo estoy pensando. Pienso en cosas que aún me gustaría hacer, y en cómo hacerlas. También pienso lo que aún deseo con todo mi corazón y me remonto a mis años de juventud cuando comenzaba a vivir y el camino recorrido. Ahí

Tormenta azul en la Santa María

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El cielo azul tormenta, se acercaba a nosotros rápidamente. El viento norte soplaba tirando algunas gotas de agua dulce y cálida. Con mi hermano Julio, habíamos subido al techo de la casa. Un techo a dos aguas de zinc, los dos solos. Rápidamente me ubiqué en la parte más alta, al centro, sobre la cumbrera. Estaba sentada en cuclillas sobre la chapa caliente del techo, mirando ese monstruo que se acercaba apresurado. Una tormenta de verano, azul profundo, y con brillos de relámpagos y refucilos. Fue un momento sublime, único. Mi hermano, al verla venir, bajó inmediatamente y me dijo que yo también lo hiciera. Volteé mi cabeza para mirarlo, pero no me moví de donde estaba.  Me quedé inmóvil en esa posición, casi sin respirar. El viento bramaba, moviendo las ramas de los árboles con una fuerza inusitada. De pronto escucho la voz de mi madre que me llama, con miedo, desde la galería diciendo que bajara, que se descolgaría una lluvia intensa. Yo le contesté que sí, pero que esperara  u

Ganas de Escribir

Las ganas de escribir             Me surgen ganas de escribir y tengo que hacerlo en cualquier lado. Será qué tengo algo en la punta de los dedos que me incita a golpear las teclas de la computadora? Pero es así. La necesidad de escribir es poderosa. Pueden ser las tres de la mañana y me despierto en medio de la noche y levanto la compu a la cama y escribo textos como este que no son más que una necesidad de expresar lo que me pasa. Luego el sueño viene nuevamente y dejo todo, me tapo con el acolchado de plumas y duermo hasta la mañana.             Hoy me preparé el mate pensando que eran las seis y media. Fui al baño, me lavé los dientes y la cara. Pero cuando llegué al dormitorio nuevamente, y miré el reloj del celular, vi que eran las tres!!! Así que nada, tomé mi computadora, a la que le falta la tecla de la eme, y comencé a escribir. Casi sin darme cuenta voy escribiendo dos párrafos de nada, pero escribo como si todo estuviera pensado de una manera inteligente y brillante.

Guillermo pelea para ganar.

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Estoy aquí, en Caba, en el Hotel de las Provincias, en la calle Mitre, desde hace cinco días, acompañando a Guillo en esta situación que le toca vivir. Estoy con Elizabeth, su compañera, su pareja que desde el 8/4 se vino en esa ambulancia de Alta Complejidad desde la villa hasta aquí. Guillermo tiene problemas cardíacos por su Hodgkin de cuando tenía 26 años y recién había nacido Guillermina, su hiita. Le apareció un Linfoma en la base del cuello y al analizarlo, era un hodgkin. En otro escrito hablaré de esta enfermedad.  Por eso recibió rayos que pasando los años, le produjeron un problema en el corazón. Esto se fue agravando con el paso del tiempo y dos operaciones que fueron paliando esta situación. Hoy, a los sesenta y tres años, Guillermo está peleando para sobrevivir luego de una tercer intervención quirúrgica al corazón, dónde sólo existía el 30%   de posibilidades de sobrevivir. Y él lo hizo. Ahora se debate en una frágil situación de avance y retroceso. No he podi

Volver a escribir

Hace varios días que no escribo...  Tal vez la vorágine de cosas que surgen en el día a día, hacen que uno no se tome ese valioso tiempo de escribir lo que se aprisiona en la mente. Por eso, hoy, decidí hacerlo sin red, directamente en la hoja blanca del blog. Este hecho es significativo para mi. Nunca lo hice, siempre cuidé la forma de escribir y qué escribir. Tengo un gran respeto por mis lectores.  Hoy es un día gris y de lluvia finita y molesta en la ciudad donde vivo. El cielo  encapotado, siempre me invita a escribir, me da una sensación de intimidad, de espacio privado, cerrado, sensible. Esta fresco, el aire cada vez está más frío. Después de un verano increíble de lindo, con temperaturas que superaron los treinta grados, y teniendo ese mar azul tan cerca, es un tiempo de paz. Ahora siento que la llovizna se transformó en lluvia fuerte, y escucho las gotas sobre el techo de chapa de mi casa, es una melodía suave, que repiquetea monocorde pero dinámica y me hace escribir

Microrrelato

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       Espejos en el cielo Caí de rodillas. Mi cabeza, inclinada hacia abajo, pero mis ojos abiertos miraban la claridad del cielo azul. El golpe certero terminó con mi existencia, pero mi alma subió infinita y libre. El   cielo cerúleo nublado, se abrió en mil pedazos de espejos y recibió mi energía vital de forma inimaginable. Había muerto.  

Al despertar, recordé un sueño

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    Es una mañana tranquila y suave. Apenas está apareciendo el sol detrás de las nubes rizadas como si fueran pompas de merengue. Hoy se siente el aire fresco de marzo. Estiro los brazos para desperezar mi cuerpo después de  tantas horas de sueño. Y de repente recuerdo lo que sucedió anoche: soñé. Las imágenes se aparecen en mi mente con mucha claridad. Era un enorme galpón lleno de bolsas llenas de cereal, creo. Y yo allí caminando hacía la puerta entreabierta, que dejaba pasar la luz tenue del sol. Las piernas me pesaban, no podía moverlas. Seguía en el mismo lugar pensando que estaba caminando hacia afuera. De pronto se profundizó el silencio en ese enorme lugar y apareció una pequeña mariposa blanca que revoloteó sobre mi cabeza. Era mi madre que se acercaba a decirme algo. Siempre que aparecía una mariposa blanca, mi madre decía que era el espíritu de un ser querido que nos quería decir algo, así que para mí era eso y era mi madre, sin lugar a dudas. Revoloteo unos instantes,

Una noche calurosa de verano en Sauce Pintos

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Era un verano caluroso en Sauce Pintos. Después de cenar, mi padre nos llevó a un parquecito de pasto bajo que había entre los arboles de mandarinas. Allí, acostados, con los brazos cruzados debajo de la cabeza simulando una almohada,  nos dispusimos a mirar el cielo. Era una noche calma, con aire cálido. Las chicharras cantaban en un coro monótono. El cielo se veía con un ancho camino de estrellas brillantes de diferentes tamaños. La vía láctea en todo su esplendor se lucia esa oscura noche. Mi padre nos pidió que miráramos con atención y en silencio todo ese espectro nocturno. Así lo hicimos. Pasaron varios minutos y sentí el rocío que humedecía mi espalda  y brazos. La noche estaba increíble. De pronto mi padre nos orientó para observar el sur. Y allí estaban las estrellas que formaban la Cruz, la  Cruz del sur. Todos los hermanos pudimos identificar a cada estrella con su nombre y el diseño que formaban. Entonces padre nos contó la historia. Que la Vía Láctea es una galaxia y q

Otoño en Sauce Pintos

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Otoño en Sauce Pintos Los días de otoño amanecen fríos y las hojas de los árboles se tiñen de un color ocre amarillento. Pronto dejarán un colchón en el patio que barreremos y quemaremos, en una actividad que es casi un juego. A mí me gusta  jugar donde caen las hojas. El crujir que se siente es muy divertido. Con mis  hermanos después que juntamos en una gran parva, de esas hojas secas y crujientes, nos tiramos arriba. Quedamos llenos de hojas secas pegadas en todo el cuerpo y con el pelo alborotado. Nos divertimos juntos con esa inocencia de la infancia. Mi padre  hace fuego todas las mañanas en el fogón que hay en la cocina y toma mate amargo con una pavita enlozada color azul de Prusia, creo que decía mi mamá, que le gustaba saber el nombre de todos los colores. Me gusta verlo, es un padre imponente, con autoridad. Pero sabio y bueno. Me gusta sentarme en su pierna izquierda, esa es la mía. Mi hermana y yo usamos sus piernas, una para cada una, para que nos tenga alzadas

Los días de lluvia en Sauce Pintos

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Los vidrios repartidos de las ventanas estaban empañados y llenos de gotas de agua. Es una mañana de otoño y llueve desde la madrugada. Nos hemos levantado con la modorra del día que sabemos no podremos salir a jugar afuera.  El aire está húmedo y frío. Las habitaciones apenas iluminadas porque las nubes son densas y bajas. Llueve finito, suave y persistente. Los chicos miramos la lluvia por las ventanas, es un día para andar en los cuartos, saltando en las camas y jugando a las muñecas Piel Rose que tenemos las mujeres. Nos gusta vestirlas y arreglarlas con trocitos de tela que simulan abrigos costosos, y vestidas para la fiesta, salen a pasear en un imaginario lugar cerca de las patas de la cama de bronce que era de mi abuela. Nos sentamos en una alfombra tejida con hebras de no sé qué material. Mamá siempre nos pide que no estemos en el piso desnudo para no enfriarnos, es tan fácil resfriarse en esta época, y nos cuida mucho, porque todos somos alérgicos y algunos de mis hermanos

El Mentiroso

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La costa de ese pueblecillo blanco era sencilla y simple. Casitas de dos o tres pisos, pintadas a la cal, y hechas con adobe y cemento. Calles de piedra y caminos de arena y ripio, subían por las lomas cubiertas de vegetación verde brillante y reluciente. Era verano y hacía mucho calor. Un pueblo de tantos del Este, con pescadores, y gente paseando por la costa. Un pueblo pequeño, ignoto, con un nombre descolorido, en contraste con su gente y su belleza. En una de esas casas blancas con ventanas y terraza al mar, vivía Laura. Era una mujer hermosa aunque ya pasaba los cincuenta años. Alta y esbelta. Aún tenía el glamour de su juventud. Sus ojos profundos y grandes aleteaban con sensualidad frente a cada bocanada de brisa que entraba por la ventana abierta. Era hermosa y sexi. Estaba en una edad en que las mujeres son casi diosas, y saben que son capaces de cualquier hechizo y con solo desearlo, hacen que se  cumplan. Ese caluroso medio día, Laura leía con fruición con su diccionar

Recuerdos de mi infancia

Comencé a escribir mis recuerdos Me gustaría contar cómo fue mi niñez, pero seguramente antes de eso deberé ponerlos en contexto para que puedan comprender la dimensión de lo que les pueda narrar. Intentaré hacerlo de una manera simple, sin vueltas, lo más llano que pueda escribir. Nuestra niñez fue algo maravilloso. Éramos ocho hermanos que disfrutaban de crecer juntos en una casa de campo a 25 km de la ciudad capital: “La Santa María” que se erguía sobre la Cuchilla Grande de Montiel a 2 Km de un poblado en Entre Ríos. Las cuchillas son elevaciones, especie de lomadas encadenadas,  que se extienden de Norte a Sur en las provincias mesopotámicas, de no más de 100 metros de altura. Son lomadas suaves, verdes y parejas. Sobre la cuchilla grande de Montiel, está construida “La Santa María”. Sauce Pintos, así se llama mi pueblo, se encuentra en el Distrito Espinillo del Departamento Paraná. Aún hay una controversia sobre su nombre, ya que muchos le dicen Sauce Pinto, sin la ese fin

Verdugo

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Corre el año de 1402, en la China Imperial, bajo el dominio de Jianwen, son tiempos de bonanza pero también de traiciones. Soy Zing Wang un artesano del sur del país, de un pequeño pueblo cerca de la costa. No, mejor dicho, soy un artista, y me están llevando, atadas mis manos a la espalda, al cadalso. Hoy voy a morir decapitado. Siento que es injusta esta pena que me han dado. Solo por realizar una obra tan exquisita, hoy camino al patíbulo. Sé que el verdugo Wang Lunges diestro en empuñar la espada y dar el mandoble, pero igual tengo miedo. Me sube un escalofrío de sólo pensar en este momento; el tiempo es muy laxo, y no pasa nunca. Mi cabeza piensa en estos momentos: le he dado todo al recaudador eunuco que llego a la casa a buscar los impuestos. Mi casa es pobre, tengo sólo lo necesario y tal vez alguna cosa que me han regalado por mi trabajo. Mi esposa es también pobre, dejo dos hijos que quién sabe de qué vivirán ahora que su padre no estará. Seguramente mendigarán por las

El Deseo

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Son las doce del mediodía. Hace un calor insoportable. La ventana está abierta y desde la escalera viene un aire infernal. Estoy sentada en la mesa, pelando una naranja, que es mi desayuno preferido por la mañana, y miro pasar la gente en la costa con sombreros y sombrillas para atajar el sol. Suena un tango que me recuerda mi querido Buenos Aires. El aire es tan denso que derrite mi piel en transpiración, y mi alianza baila en el dedo anular como si se saliera. El cuarto está desordenado y sucio, hay un frasco tirado en el piso y es posible que ande por allí algún roedor. El tiempo se suspende y parece un regalo con moño de seda. Recuerdo haber escuchado el secreto y desde entonces estoy como en vela. Sin reacción. Como una viuda sin esperanzas. Por eso, tomo mi talismán y lo apretó fuerte con las dos manos sobre mi pecho para que todo salga bien y se cumpla mi deseo.

Recuerdos de mi infancia en Sosa

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Infancia en Estación Sosa Me gusta mucho ir a Estación Sosa. Allí, los chicos somos muy felices. Es la casa de Abuela Leti y abuelo Julio. Sosa es un pequeño pueblo en la Provincia de Entre Ríos en la red vial.  La estación del ferrocarril está a unas pocas cuadras, caminando por la calle paralela a la vía desde el Almacén de Ramos Generales que tienen y atienden los abuelos. Los chicos jugamos a diferentes juegos, pero  son muy divertidos, terminamos cansados y felices. Todos los primos nos reunimos para las fiestas. Llegan los seis de Corrientes, los cuatro de Buenos Aires, y nosotros somos siete, más los tres que viven en Sosa. Allí el tiempo es laxo y el juego se transforma en una ceremonia para todos. Abuela cocina sus ricuras en el galpón, y está al pendiente de todo lo que queremos para complacernos. Recuerdo a mi abuela, su perfil recortado en la ventana, pelando papas sobre su falda en un fuentoncito de latón. Bien temprano, comenzaba con sus preparados para cocinar esas

Recuerdos, olvidos y ficciones de la niñez

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Era una forma de mantener la conversación con mi anciana madre, recordar los bellos momentos de mi niñez. Bah, en realidad nuestros recuerdos se transforman en "bellos" por obra y gracia de nuestra imaginación. No todos los recuerdos que perduran en nuestra memoria son bellos. Algunos son de miedo, de enojo, y muchos de alegría. Nuestra mente selectiva, recuerda sólo algunos de ellos, tal vez los que nos gustan más. Igualmente, como mi madre tiene Alzheimer, los recuerdos son bellos, alegres y muchas veces imaginarios. La idea es que pueda sonreír y estar mejor. Igualmente pueblan sus recuerdos personas, parientes e individuos que ya no están entre nosotros. Mami y yo en su etapa final 

12 Palabras

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Son las doce del mediodía. Hace un calor insoportable. La ventana está abierta y desde la escalera viene un aire infernal. Estoy sentada en la mesa, pelando una naranja, que es mi desayuno preferido por la mañana, y miro pasar la gente en la costa con sombreros y sombrillas para atajar el sol. Suena un tango que me recuerda mi querido Buenos Aires. El aire es tan denso que derrite mi piel en transpiración, y mi alianza baila en el dedo anular como si se saliera. El cuarto está desordenado y sucio, hay un frasco tirado en el piso y es posible que ande por allí  algún roedor. El tiempo se suspende y parece un regalo con moño de seda. Recuerdo haber escuchado el secreto y desde entonces estoy como en vela. Sin reacción. Como una viuda sin esperanzas. Por eso, tomo mi talismán y lo apreto fuerte con las dos manos sobre mi pecho para que todo salga bien y se cumpla mi deseo.

Vacaciones en Sosa

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            Es febrero y hace calor. Recién amanece y camino hacia el galpón donde está mi abuela. Hay humo y la luz se cuela por los bordados de la cortina de la ventana del frente. Ahí está sentada, en una silla de madera y esterilla, con su delantal sobre la falda. Su perfil se recorta y su nariz aguileña se ve con la luz. Su cabello blanco y ondulado es corto, grueso y abundante. Sus piernas tienen problemas y por eso casi siempre está sentada. Desde esa posición dirige la casa y sobre todo, cocina. Allí aprendí a hacer masas, empanadas, pastelitos de dulce, huevos rellenos y muchas cosas ricas caseras. No consultaba ningún libro. Nunca vi uno, sólo tenía en su cabeza las recetas, las cantidades y algún secretito que me lo decía al oído, con picardía. Las hoyas humeaban al hervir. A veces había sólo agua, otras muchas, dulces de higos, o zapallo, o salsas, o guisos jugosos. Los olores son un punto especial. Se confundían con el humo y eran siempre deliciosos. Los dulces y los

Amanecer temprano

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Hoy me desperté muy temprano, y decidí levantarme. Me preparé el mate y disfruté de esos momentos de meditación que realizo por la mañana al despertar. Parece que es una mañana cálida, y sin viento ni brisa. El aire es suave y aterciopelado como un paño afelpado, se siente muy sensual. Me gusta sentir la mañana con ese olor a humedad y flores frescas intensas de colores y sabores. Corto una ramita de menta para mi mate,  y la huelo penetrante y profunda. Me encanta la menta. Es mágica por el sabor largo que deja en la boca. Pero también me gusta en la cocina, en las empanadas árabes. Son una exquisitez con menta fresca y recién horneadas. Hace mucho que no hago esa receta que tanto me gusta y es el deleite de mi hija y mis amigos, Uno de estos días las haré, e intentaré hacer también la masa casera. Es tan rica cuando dorada y crujiente se rompe en la boca, estallando en sabores intensos dónde la menta es uno de los que aparece sutil, pero intenso y profundo. Empanadas árabes 

Dormir sin problemas..

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       Hoy me desperté a las 10:15 hs. una hora bastante avanzada de la mañana que no me alteró en nada mi vida cotidiana. Me gusta despertar cuando abro los ojos, y no frente al sonido de un despertador. Igualmente aveces creo que debería buscar alguna forma de despertarme más temprano, sólo por el hecho de que la mañana es muy estimulante para mí en particular. Siento una energía renovada, y ganas de hacer muchas cosas que con el avance del día se va aflojando. Hoy me desperté después de las 10 y tranquilamente preparé mi matecito, y aquí estoy leyendo los diarios, los textos que me interesan y escribiendo un poco sobre las cosas que pasan sin pena ni gloria, en esta vida mía. La vida es algo intangible que sólo valoramos cuando la vemos en peligro. La cultura debería enseñarnos a quererla más y a disfrutar de cada momento con mayor intensidad. Por eso estoy disfrutando mucho de hacer lo que me gusta sin tanto pensar y sobre todo pensar que pensarán los Otros de eso que yo hago. E

Y comenzo el carnaval

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Anoche, en la localidad de Dolavon, comenzó el Carnaval con el desfile, en la calle principal, que se transforma en corsodromo. Desde temprano llegaba la gente y se ubicaba en las plazas y lugares de esparcimiento de la ciudad. Muchas familias con sus hijos disfrutando de un dia con una temperatura increíble para nuestra Patagonia, que oscilo los 34 grados. Fue una experiencia inolvidable que se vivió en Dolavon, "Corazón del Valle". Esta ciudad que se encuentra a treinta Km de Trelew, donde su gente se conoce toda, se saludan y comparten sus ilusiones y esperanzas, se volcó  a las calles del pueblo a disfrutar de la hermosa noche y del brillo y las plumas de los trajes del carnaval. La música se escucho hasta pasadas las 5 de la mañana y ahora, hay un silencio inusual en el pueblo. Son apenas las 08:15 hs. Al promediar el evento, me acerqué a uno de los puestos de venta de choripan, hamburguesas, y panchos y pedí un tradicional choripan con chimichurri y una cerveza. Muy

Comienza el Carnaval en Dolavon

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Dolavon es una pequeña, pero antigua, población del valle del rio Chubut, Su casco céntrico denota su pasado histórico rico en narraciones de inmigrantes galeses cosechando trigo y organizando la cooperativa que tenía sede en la localidad. La Mercante. Hasta allí llegaba el Ferrocarril Central del Chubut, y aún se conserva la estación. Sus casas firmes y robustas,  custodian con altivez  las calles y avenidas. El canal de riego mayor divide al pueblo en dos y sus norias siguen dando vueltas, más como un objeto decorativo que recuerda el pasado, que cumpliendo alguna función especifica. Cien años son muchos, y el pueblo se ha transformado, pero esas casas y sus edificios antiguos siguen mostrando con esplendor  lo que fueron y lo que aún son y pueden dar. Hoy, hay un jefe de gobierno joven. Hijo de esa tierra promisoria, descendiente de esos valientes y aventureros galeses  que se largaron a cruzar el mar y venir a la patagonia a vivir en paz. Hoy comienza el carnaval, una fiesta pop