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Mostrando entradas de marzo, 2017

Volver a escribir

Hace varios días que no escribo...  Tal vez la vorágine de cosas que surgen en el día a día, hacen que uno no se tome ese valioso tiempo de escribir lo que se aprisiona en la mente. Por eso, hoy, decidí hacerlo sin red, directamente en la hoja blanca del blog. Este hecho es significativo para mi. Nunca lo hice, siempre cuidé la forma de escribir y qué escribir. Tengo un gran respeto por mis lectores.  Hoy es un día gris y de lluvia finita y molesta en la ciudad donde vivo. El cielo  encapotado, siempre me invita a escribir, me da una sensación de intimidad, de espacio privado, cerrado, sensible. Esta fresco, el aire cada vez está más frío. Después de un verano increíble de lindo, con temperaturas que superaron los treinta grados, y teniendo ese mar azul tan cerca, es un tiempo de paz. Ahora siento que la llovizna se transformó en lluvia fuerte, y escucho las gotas sobre el techo de chapa de mi casa, es una melodía suave, que repiquetea monocorde pero dinámica y me hace escribir

Microrrelato

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       Espejos en el cielo Caí de rodillas. Mi cabeza, inclinada hacia abajo, pero mis ojos abiertos miraban la claridad del cielo azul. El golpe certero terminó con mi existencia, pero mi alma subió infinita y libre. El   cielo cerúleo nublado, se abrió en mil pedazos de espejos y recibió mi energía vital de forma inimaginable. Había muerto.  

Al despertar, recordé un sueño

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    Es una mañana tranquila y suave. Apenas está apareciendo el sol detrás de las nubes rizadas como si fueran pompas de merengue. Hoy se siente el aire fresco de marzo. Estiro los brazos para desperezar mi cuerpo después de  tantas horas de sueño. Y de repente recuerdo lo que sucedió anoche: soñé. Las imágenes se aparecen en mi mente con mucha claridad. Era un enorme galpón lleno de bolsas llenas de cereal, creo. Y yo allí caminando hacía la puerta entreabierta, que dejaba pasar la luz tenue del sol. Las piernas me pesaban, no podía moverlas. Seguía en el mismo lugar pensando que estaba caminando hacia afuera. De pronto se profundizó el silencio en ese enorme lugar y apareció una pequeña mariposa blanca que revoloteó sobre mi cabeza. Era mi madre que se acercaba a decirme algo. Siempre que aparecía una mariposa blanca, mi madre decía que era el espíritu de un ser querido que nos quería decir algo, así que para mí era eso y era mi madre, sin lugar a dudas. Revoloteo unos instantes,

Una noche calurosa de verano en Sauce Pintos

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Era un verano caluroso en Sauce Pintos. Después de cenar, mi padre nos llevó a un parquecito de pasto bajo que había entre los arboles de mandarinas. Allí, acostados, con los brazos cruzados debajo de la cabeza simulando una almohada,  nos dispusimos a mirar el cielo. Era una noche calma, con aire cálido. Las chicharras cantaban en un coro monótono. El cielo se veía con un ancho camino de estrellas brillantes de diferentes tamaños. La vía láctea en todo su esplendor se lucia esa oscura noche. Mi padre nos pidió que miráramos con atención y en silencio todo ese espectro nocturno. Así lo hicimos. Pasaron varios minutos y sentí el rocío que humedecía mi espalda  y brazos. La noche estaba increíble. De pronto mi padre nos orientó para observar el sur. Y allí estaban las estrellas que formaban la Cruz, la  Cruz del sur. Todos los hermanos pudimos identificar a cada estrella con su nombre y el diseño que formaban. Entonces padre nos contó la historia. Que la Vía Láctea es una galaxia y q

Otoño en Sauce Pintos

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Otoño en Sauce Pintos Los días de otoño amanecen fríos y las hojas de los árboles se tiñen de un color ocre amarillento. Pronto dejarán un colchón en el patio que barreremos y quemaremos, en una actividad que es casi un juego. A mí me gusta  jugar donde caen las hojas. El crujir que se siente es muy divertido. Con mis  hermanos después que juntamos en una gran parva, de esas hojas secas y crujientes, nos tiramos arriba. Quedamos llenos de hojas secas pegadas en todo el cuerpo y con el pelo alborotado. Nos divertimos juntos con esa inocencia de la infancia. Mi padre  hace fuego todas las mañanas en el fogón que hay en la cocina y toma mate amargo con una pavita enlozada color azul de Prusia, creo que decía mi mamá, que le gustaba saber el nombre de todos los colores. Me gusta verlo, es un padre imponente, con autoridad. Pero sabio y bueno. Me gusta sentarme en su pierna izquierda, esa es la mía. Mi hermana y yo usamos sus piernas, una para cada una, para que nos tenga alzadas

Los días de lluvia en Sauce Pintos

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Los vidrios repartidos de las ventanas estaban empañados y llenos de gotas de agua. Es una mañana de otoño y llueve desde la madrugada. Nos hemos levantado con la modorra del día que sabemos no podremos salir a jugar afuera.  El aire está húmedo y frío. Las habitaciones apenas iluminadas porque las nubes son densas y bajas. Llueve finito, suave y persistente. Los chicos miramos la lluvia por las ventanas, es un día para andar en los cuartos, saltando en las camas y jugando a las muñecas Piel Rose que tenemos las mujeres. Nos gusta vestirlas y arreglarlas con trocitos de tela que simulan abrigos costosos, y vestidas para la fiesta, salen a pasear en un imaginario lugar cerca de las patas de la cama de bronce que era de mi abuela. Nos sentamos en una alfombra tejida con hebras de no sé qué material. Mamá siempre nos pide que no estemos en el piso desnudo para no enfriarnos, es tan fácil resfriarse en esta época, y nos cuida mucho, porque todos somos alérgicos y algunos de mis hermanos

El Mentiroso

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La costa de ese pueblecillo blanco era sencilla y simple. Casitas de dos o tres pisos, pintadas a la cal, y hechas con adobe y cemento. Calles de piedra y caminos de arena y ripio, subían por las lomas cubiertas de vegetación verde brillante y reluciente. Era verano y hacía mucho calor. Un pueblo de tantos del Este, con pescadores, y gente paseando por la costa. Un pueblo pequeño, ignoto, con un nombre descolorido, en contraste con su gente y su belleza. En una de esas casas blancas con ventanas y terraza al mar, vivía Laura. Era una mujer hermosa aunque ya pasaba los cincuenta años. Alta y esbelta. Aún tenía el glamour de su juventud. Sus ojos profundos y grandes aleteaban con sensualidad frente a cada bocanada de brisa que entraba por la ventana abierta. Era hermosa y sexi. Estaba en una edad en que las mujeres son casi diosas, y saben que son capaces de cualquier hechizo y con solo desearlo, hacen que se  cumplan. Ese caluroso medio día, Laura leía con fruición con su diccionar