1º de septiembre de 2017

Hoy es el día de mi cumpleaños número cincuenta y ocho. Ha pasado el tiempo. Pero me siento bien, joven aún y plena. La vida ha ido pasando aveces con un vértigo inusitado, otras en una calma de sosiego. Yo me siento entera, sin demasiados huecos que llenar. Mi salud es excelente y disfruto de lo que deseo casi sin darme cuenta de ello. Me despierto a la mañana con una sensación de bienestar y paz.
Me sorprende el amanecer con el canto de los pájaros en mi ventana y el maullido de los gatos en el jardín. Quisiera ser un poco menos estructurada, pero trabajo para ello todos los días y hago lo mejor que puedo. Me gusta pensar, y paso horas haciendo. Si me observaran desde algún lugar, dirían que soy una vaga que no hace nada, pero en realidad yo estoy pensando. Pienso en cosas que aún me gustaría hacer, y en cómo hacerlas. También pienso lo que aún deseo con todo mi corazón y me remonto a mis años de juventud cuando comenzaba a vivir y el camino recorrido. Ahí me quedo mucho tiempo. Es que estar pensando en esos tiempos en que uno “abría la boca y creía que se tragaba el mundo” es una sensación rara. Cuanto ímpetu, cuanta energía, cuanta esperanza. Luego los golpes, las dificultades, las vicisitudes, te van noqueando, y volver a levantarse es complicado.
Pese a todo, creo lo fue logrando sin el tiempo necesario para pensar que mis decisiones tendrían consecuencias para el resto de mis días. Y ahí paro. Una cosa que aprendí y me dio excelentes resultados, fue medir las consecuencias negativas y positivas que una decisión trae aparejada. Por lo menos las que podemos visualizar, después están las otras las que surjen de las variables propias de la dinámica de la vida y sus entretejidos sociales, culturales, y económicos.
Los números siempre están presentes en cualquier análisis concreto que se realice y en este, el mío, son favorables para mi. Ahora que considero he pasado la mayor parte de mi vida “viviendo!” creo que mi balance es positivo. Y tomo esta decisión sobre mí, por varias razones. Una, la más importante, siento que soy una persona de bien. Una persona que por lo menos no le hace mal a nadie. Tal vez no sea una persona muy social, pero es lo que puedo por estos tiempos. Y me siento bien conmigo misma. Creo que es lo importante, y con eso me quedo por este año.
Lo que debo seguir practicando es el agradecimiento porque tengo y he logrado mucho de todo en estos largos y bellos cincuenta y ocho años.  

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